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Con este relato Ignacio Sanz ha vuelto a ganar el
Premio Ala Delta que convoca la editorial Edelvives. Y con méritos justificados
porque es una preciosa historia de amistad y un canto a la naturaleza.
Ignacio Sanz, que lleva la narración oral en sus venas, ha
convertido al personaje de Marcial en un contador de maravillosas historias que
llenan la cabeza de Felicidad de urracas que hablan, ardillas y cerdos
voladores y, sobre todo, árboles. Árboles magníficos, enormes, que él talaba en
Canadá, no sin antes abrazarlos, como pidiéndoles perdón.
Con un lenguaje fresco y
sencillo, el texto recoge los pensamientos de Felicidad, una niña que vive en
un pueblo llamado Piñares rodeado de pinos, donde solo queda un olmo. Es el
relato, también, un sentido homenaje a
este árbol (apoyándose en una historia real, como cita al final del libro, en
los agradecimientos) que incluye una
canción popular.
Felicidad y Marcial, a través de
sus conversaciones, nos irán mostrando
su inmenso amor por el bosque. Una
bonita amistad que solo termina cuando
Marcial comienza a perder la palabra “…como si los pájaros de su cabeza
hubiesen echado a volar”.
La ilustradora Ester García ha sabido captar el sentir
del relato, mostrando en sus ilustraciones todo el imaginario de Marcial: las
urracas, los osos, el hombre que dormía dentro de la secuoya,.. Entrañables ilustraciones realizadas con
lápices, con una paleta de colores de la
tierra, apoyados por toques de azul.
Otros libros de esta ilustradora
en la biblioteca:
- El cuentanubes AM SAN
- Por qué los gatos no llevan sombrero A THU tra
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