Aprovechando que el día 7 de este mes se
celebra el Día de mandar una carta a un
amigo, ponemos a vuestra disposición una selección de libros relacionados
con el género epistolar, en nuestra sección “Efemérides”.
Rescatamos para ello un artículo escrito
por nuestra compañera Luisa Santamaría para el blog universitario Hypotheses,
del cual os presentamos un pequeño resumen:
Las cartas, en el ámbito infantil, fueron un género ampliamente utilizado
en el sistema pedagógico y acercaron a los niños no solo a la cultura escrita,
ya que su intención educativa era doble: por un lado, enseñarle a estar en la
sociedad, a interiorizar y comprender sus normas y conjunto de valores a la vez
que participa en dicha sociedad desde la posición que ocupa; por otro lado, se
le invita a la introspección, generando una imagen de sí mismo que es la que se
ofrece en la carta.
Generalmente, eran utilizadas para comunicarse con sus familias, de las que
estaban separados, y en las que enviaban noticias y recibían recomendaciones.
Sin embargo, estas no eran las únicas cartas que escribían. Existía otro tipo
de carta escrita habitualmente por los niños y dirigida a una persona a la que
se le pedía un favor por estar en una situación social y económica superior: a
profesores, gobernantes e incluso personajes ficticios como el Ratoncito Pérez.
Aunque en la actualidad las cartas han perdido su función comunicativa, no
han desaparecido del escenario de la literatura infantil. María Victoria Sotomayor,
en su artículo “El género epistolar” publicado en CLIJ en 1998, analiza las
obras de este género clasificándolas de la siguiente manera:
§
La carta como motivo del relato, como objeto de la trama
§
La carta como recurso narrativo, intercalada en el relato
§
La carta como género en obras completamente epistolares
Independientemente del uso narrativo de la carta, lo que siempre introduce
es la idea de verosimilitud, de inclusión de un fragmento de realidad en la
trama de ficción, haciendo del lector un cómplice secreto.
Aquí nos vamos a centrar únicamente en obras que son completamente
epistolares, presentando tres álbumes que utilizan este recurso de tres maneras
diferentes: el intercambio de cartas entre emisor y receptor a lo largo de un
periodo de tiempo; una sola carta de un emisor a un receptor en un momento
puntual donde se narran distintos acontecimientos; por último, un conjunto de
cartas breves enviadas por una niña a su familia, de la que está separada, a lo
largo de un año.
MI PRINCESA HIMILCE, SIEMPRE TUYO, ANÍBAL
Rocío Martínez es la autora e ilustradora de este álbum. La narración está
sustentada por las cartas que se intercambian la princesa Himilce y su esposo
Aníbal, separados por la segunda guerra púnica. A través de su lectura, el
lector es espectador de los sucesos que se van desarrollando y del vínculo
sentimental entre ambos. El hecho de que los personajes sean reales le confiere
aún más credibilidad a la historia, aunque esta sea una recreación ficcionada.
Por su parte, la ilustración completa la información que se van intercambiando
Himilce y Aníbal, a la vez que nos sitúa en la época.
QUERIDA TÍA AGATHA
Escrito e ilustrado por Beatriz Martín Vidal, es un texto formado por
una sola carta: la que escribe Louise contando a su tía cómo transcurre la vida
cotidiana para ella y sus hermanas, Emma y Alice, durante su ausencia. Sin
embargo, lo que en el texto es normalidad, en las ilustraciones es todo lo
contrario. El diálogo es constante entre palabra e imagen y, aunque nada de lo
que se dice es mentira, la ilustración nos dará una visión absolutamente
diferente de los sucesos.
Podemos destacar en él la utilización de los paratextos, ya que la carta
comienza en la propia portada: “Querida
tía Agatha: espero que estés disfrutando del viaje. Por aquí todo va bien.
Estamos cuidando unas de otras, y también de la casa”. A partir de
ese momento, la imaginación asalta las páginas del libro. La carta, que por
definición hemos dicho que proporciona realismo al texto, está acompañada de
unas imágenes absolutamente fantasiosas, enmarcadas dentro de un ambiente
victoriano.
LA JARDINERA
En este álbum escrito por Sarah Stewart e ilustrado por David Small, se nos
cuenta un fragmento importante de la vida de Lydia Grace Finch, cuando tiene
que abandonar a su familia para irse a vivir con su tío Jim, al que nunca ha
visto. Durante la Gran Depresión ocurrida en la década de los años 30 en los
Estados Unidos muchos fueron los niños que tuvieron que separarse de sus
familias, incapaces de mantenerlos.
La particularidad de este texto es que
Sarah Stewart ha elegido el género epistolar para mostrarnos en primera persona
las sensaciones y los sentimientos de la protagonista. Lydia escribe cartas a
su familia dando cuenta de su nueva forma de vida y sus nuevos amigos; cartas
en una sola dirección porque no se nos muestra las que ella recibe, aunque sí
dan noticia de la recepción de noticias de su familia, incluido el envío de
bulbos y semillas que se convertirán en coprotagonistas de esta historia.
El texto va acompañado de ilustraciones con una paleta de ocres y pasteles que
le confiere una pátina de delicadeza solo rota por los trazos en negro que
perfilan los contornos.