Hoy, que aún queda por enterrar la sardina, último acto con el que don Carnal da paso a doña Cuaresma, queremos hacer un poco de historia de los Carnavales.
No está muy claro su origen,
pero se habla de Mesopotamia o Egipto, también de las fiestas dedicadas a Dionisio
en Grecia, o las Saturnales de la
antigua Roma que se remontan al siglo III a. de C. En ellas, durante varios
días, se permitía transgredir las normas sociales y servían de liberación para
el pueblo. Todas estas celebraciones coincidían en las fechas en que tenían
lugar: entre el final del invierno y la próxima venida de la primavera; se caracterizaban por la realización de ritos
de purificación, acompañados por bailes, banquetes, vestidos de colores y
máscaras.
Unos siglos más tarde, en la
Alta Edad Media, con la extensión del cristianismo por toda Europa, se conservó
la esencia pero se asoció a la Cuaresma. La palabra carnaval aparece por primera vez en
Italia y se cree que procede de la expresión latina “carnem levare” (abandonar
la carne). Unos días antes del miércoles de ceniza, se daba rienda suelta a
todo tipo de excesos, la gente se disfrazaba, comía y bebía sin medida. El
poder civil y religioso de la sociedad medieval, con normas muy estrictas,
toleraba este desahogo previo a la Cuaresma,
periodo en el que comenzaba el ayuno y no se permitía comer carne.
Actualmente se mantiene el carácter festivo y colorista
de esta fiesta ancestral, que se celebra por todo el mundo.
En nuestra ciudad, la identidad del carnaval son los
desfiles y concursos de disfraces, la música, los bailes y esas comparsas que con sus coplas
reivindican o hacen crítica de la realidad, siempre con humor.
Nuestras recomendaciones de lectura de este mes, serán
más prácticas que otras veces, pues esperamos que encontréis en los libros inspiración para vuestros disfraces.
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