miércoles, 21 de febrero de 2024

EL GÉNERO EPISTOLAR EN LA LITERATURA INFANTIL. TRES EJEMPLOS.

  


  Aprovechando que el día 7 de este mes se celebra el Día de mandar una carta a un amigo, ponemos a vuestra disposición una selección de libros relacionados con el género epistolar, en nuestra sección “Efemérides”.

 Rescatamos para ello un artículo escrito por nuestra compañera Luisa Santamaría para el blog universitario Hypotheses, del cual os presentamos un pequeño resumen:

  Las cartas, en el ámbito infantil, fueron un género ampliamente utilizado en el sistema pedagógico y acercaron a los niños no solo a la cultura escrita, ya que su intención educativa era doble: por un lado, enseñarle a estar en la sociedad, a interiorizar y comprender sus normas y conjunto de valores a la vez que participa en dicha sociedad desde la posición que ocupa; por otro lado, se le invita a la introspección, generando una imagen de sí mismo que es la que se ofrece en la carta. 

 Generalmente, eran utilizadas para comunicarse con sus familias, de las que estaban separados, y en las que enviaban noticias y recibían recomendaciones. Sin embargo, estas no eran las únicas cartas que escribían. Existía otro tipo de carta escrita habitualmente por los niños y dirigida a una persona a la que se le pedía un favor por estar en una situación social y económica superior: a profesores, gobernantes e incluso personajes ficticios como el Ratoncito Pérez.

Aunque en la actualidad las cartas han perdido su función comunicativa, no han desaparecido del escenario de la literatura infantil. María Victoria Sotomayor, en su artículo “El género epistolar” publicado en CLIJ en 1998, analiza las obras de este género clasificándolas de la siguiente manera: 

§  La carta como motivo del relato, como objeto de la trama

§  La carta como recurso narrativo, intercalada en el relato

§  La carta como género en obras completamente epistolares

  Independientemente del uso narrativo de la carta, lo que siempre introduce es la idea de verosimilitud, de inclusión de un fragmento de realidad en la trama de ficción, haciendo del lector un cómplice secreto. 

 Aquí nos vamos a centrar únicamente en obras que son completamente epistolares, presentando tres álbumes que utilizan este recurso de tres maneras diferentes: el intercambio de cartas entre emisor y receptor a lo largo de un periodo de tiempo; una sola carta de un emisor a un receptor en un momento puntual donde se narran distintos acontecimientos; por último, un conjunto de cartas breves enviadas por una niña a su familia, de la que está separada, a lo largo de un año. 

MI PRINCESA HIMILCE, SIEMPRE TUYO, ANÍBAL

  Rocío Martínez es la autora e ilustradora de este álbum. La narración está sustentada por las cartas que se intercambian la princesa Himilce y su esposo Aníbal, separados por la segunda guerra púnica. A través de su lectura, el lector es espectador de los sucesos que se van desarrollando y del vínculo sentimental entre ambos. El hecho de que los personajes sean reales le confiere aún más credibilidad a la historia, aunque esta sea una recreación ficcionada. Por su parte, la ilustración completa la información que se van intercambiando Himilce y Aníbal, a la vez que  nos sitúa en la época.


QUERIDA TÍA AGATHA

  Escrito e ilustrado por Beatriz Martín Vidal, es un texto formado por una sola carta: la que escribe Louise contando a su tía cómo transcurre la vida cotidiana para ella y sus hermanas, Emma y Alice, durante su ausencia. Sin embargo, lo que en el texto es normalidad, en las ilustraciones es todo lo contrario. El diálogo es constante entre palabra e imagen y, aunque nada de lo que se dice es mentira, la ilustración nos dará una visión absolutamente diferente de los sucesos. 

  Podemos destacar en él la utilización de los paratextos, ya que la carta comienza en la propia portada: “Querida tía Agatha: espero que estés disfrutando del viaje. Por aquí todo va bien. Estamos cuidando unas de otras, y también de la casa”. A partir de ese momento, la imaginación asalta las páginas del libro. La carta, que por definición hemos dicho que proporciona realismo al texto, está acompañada de unas imágenes absolutamente fantasiosas, enmarcadas dentro de un ambiente victoriano.



LA JARDINERA

 En este álbum escrito por Sarah Stewart e ilustrado por David Small, se nos cuenta un fragmento importante de la vida de Lydia Grace Finch, cuando tiene que abandonar a su familia para irse a vivir con su tío Jim, al que nunca ha visto. Durante la Gran Depresión ocurrida en la década de los años 30 en los Estados Unidos muchos fueron los niños que tuvieron que separarse de sus familias, incapaces de mantenerlos. 

 La particularidad de este texto es que Sarah Stewart ha elegido el género epistolar para mostrarnos en primera persona las sensaciones y los sentimientos de la protagonista. Lydia escribe cartas a su familia dando cuenta de su nueva forma de vida y sus nuevos amigos; cartas en una sola dirección porque no se nos muestra las que ella recibe, aunque sí dan noticia de la recepción de noticias de su familia, incluido el envío de bulbos  y semillas que se convertirán en coprotagonistas de esta historia. El texto va acompañado de ilustraciones con una paleta de ocres y pasteles que le confiere una pátina de delicadeza solo rota por los trazos en negro que perfilan los contornos.



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