Pep Bruno Galán
nació en Barcelona en 1971, aunque a los pocos años se trasladó a la provincia
de Guadalajara, donde sigue viviendo actualmente.
Respecto a su formación,
primero se diplomó en Trabajo Social y más tarde cambió su orientación hacia la
literatura, licenciándose primero en Filología Hispánica y posteriormente en
Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. De este modo volvía a la
inclinación literaria que surgió en su infancia, no solo hacia la lectura sino
también hacia la escritura, pues ya en el colegio escribió sus primeros
cuentos. Continuando esta senda, en 1994 se convirtió en narrador oral para
todas las edades, un excelente cuentacuentos reconocido internacionalmente y
que participó en la organización del Maratón de Cuentos de Guadalajara durante
13 años. Ha escrito también libros de cuentos, tanto infantiles como para
jóvenes y personas adultas (siendo dos
de ellos premiados con galardones internacionales de ilustración). En 2005 se
adentró en el campo editorial fundando Palabras del Candil que se ha
especializado en publicar cuentos y libros de narradores orales.
Con estos antecedentes y
habiendo abarcado tantos campos profesionales y artísticos, Pep Bruno nos
presenta un libro aparentemente sencillo hasta en su título: “Los días pequeños”, con el que regresa
a los lugares y recuerdos de su infancia, en aquellos veranos intensivos de
pueblo donde las actividades se multiplicaban y cada juego suponía un
descubrimiento. Pero en estas páginas hay mucho más, hay personas, historias,
paisajes y relaciones que hacen del pueblo pequeño un mundo grande lleno de
emociones, de palabras y de poesía, la poesía de lo simple, de lo cotidiano, de
las palabras perdidas en el vértigo y las prisas del mundo de hoy. Es un libro
para detenerse y recrearse en las descripciones de objetos, escenarios y
personajes, en las aventuras y sobre todo en las imágenes creadas por las
palabras de alguien que conoce los lugares donde parece que el tiempo se
detiene, de alguien que domina el lenguaje y la tradición (como ejemplo esta frase: “Colgado al cuello del niño vibraba aún de
pura felicidad el tirachinas”).
Las mentes infantiles leerán un libro de
aventuras y las ya adultas nos trasladaremos
a una infancia rural en la que los días eran pequeños pero parecían estirarse
para dar cabida a travesuras, juegos, misterios, a la participación en las
tareas agrícolas para jugar y estorbar más que para servir de ayuda, a
historias contadas por los más mayores al amor de la lumbre o la puerta de las
casas.
En definitiva, es un libro
a caballo entre “Silvestrito”, pequeña joya literaria del gran Avelino
Hernández y “Amanece que no es poco”, mítica película del no menos importante
José Luis Cuerda. Si no nos creéis, buscad en estas páginas al pequeño Antón,
el niño que sabía silbar o al hombre carta que corría de un lado para otro
llevando todo tipo de mensajes. Pedimos perdón a Pep Bruno, pues todas las
comparaciones son odiosas; pero es un elogio, fruto de nuestra admiración.
El ilustrador Daniel Piqueras Fisk también nació en
Barcelona, un año después que el autor y, al igual que este, pronto marchó de
allí, en esta ocasión a Madrid, donde continúa residiendo. Este publicista,
diseñador gráfico e ilustrador es Licenciado en Psicología y Publicidad. Tiene
un estudio de diseño gráfico propio donde se desarrolla profesionalmente a la
vez que puede crear lo que a él le apasiona a través de la ilustración. Sus
álbumes ilustrados “Ío”, “Glup” y “Homo” (reconocido como uno de los mejores
libros del año 2017 en España) han sido premiados y elogiados por su capacidad
de transmitir ideas sin palabras, sólo con las imágenes.
Su estilo es muy
característico: suelen ser ilustraciones en blanco y negro con trazos fuertes
de tinta y el color es puntual para resaltar algo, ya sea en el fondo o en los
personajes.
En esta ocasión ha
ilustrado el trabajo de otro autor, con excelentes resultados, pues sus dibujos
recrean a la perfección los detalles del pequeño pueblo y sus habitantes, a la
vez que nos recuerdan los dibujos infantiles y nos muestran las imágenes como
fotos antiguas que conservamos de nuestra etapa infantil.
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