Primera lectura.
Esta es la historia de la perrita Jennie que
vive con todas las comodidades y siendo muy querida. Sin embargo, ella no es
feliz; piensa que puede esperar más de
la vida y abandona la comodidad de su casa
para explorar el mundo, eso sí, llevándose todas sus cosas. En su viaje
vivirá aventuras y sinsabores y perderá todo lo que tenía, pero conseguirá lo
que quiere.
Jennie se muestra desde el
principio como un ser bastante egoísta, pendiente solo de satisfacer sus
propias necesidades, sin tener en cuenta a los demás. Pero cuando cambia de
actitud, verá recompensada su generosidad. La conclusión que podemos extraer es
que el hecho de pensar en los que nos rodean, no solo puede mejorar la vida de
ellos, sino que nos hará mejores a nosotros mismos.
Segunda lectura.
Maurice Sendak es uno de los
autores-ilustradores más emblemáticos de la literatura infantil y juvenil.
Su obra “¡Dídola Pídola Pon! o La vida debe
ofrece algo más”, es un homenaje a su
perrita; nos permite reflexionar sobre si la vida tal y como la conocemos
(teniendo todo o casi todo sin apenas esfuerzo) es suficiente para estar
satisfecho, o por el contrario debemos salir de nuestra zona de confort
buscando nuevas vivencias, persiguiendo otras necesidades y buscando nuestros
sueños; explorando y solventando todos los obstáculos para crear nuestro propio
mundo sintiéndonos de ese modo más felices.
Teniendo ilusión y con esfuerzo se consigue
todo lo que uno se proponga, aunque no es necesario tenerlo todo para ser
feliz.
Os invitamos a que leáis este cuento, penséis
en vosotros mismos y busquéis un final a la historia, una historia que podría
ser la de cada uno de nosotros cuando nos encontramos insatisfechos.
Tercera lectura.
“Dídola, Pídola, Pon” es la “traducción” de
una expresión inglesa muy antigua que podría significar algo así como
confusión, enredo o desorden. No obstante su título alternativo ofrece algo más
de información: “La vida debe ofrecer algo más”. Pues bien, la historia de la
perrita Jennie queda anticipada ya desde el título del libro: es un extraño
viaje que más bien parece un disparatado sueño que nos habla de toda aspiración
humana por adquirir conocimiento y crecer como personas. Porque la perrita lo tiene todo, pero necesita más, y en ese
trayecto que le lleva a ganar experiencia se queda sin nada. O mejor dicho cambia sus cosas materiales por experiencia, lo cual le permite
realizarse individualmente y alcanzar su sueño.
Maurice Sendak consideraba este el mejor de
sus libros. Sus homenajes a su perrita, muerta el mismo año de su publicación,
están presentes en toda su obra, pero especialmente en este cuento donde le da
el papel protagonista y donde, en el epílogo, se citan para encontrarse en el
“castillo Allá”.
Cuarta lectura.
En mi primer acercamiento a este libro, me
llamó la atención el título: ¡Dídola, pídola, pon! me recordaba tardes
lluviosas jugando con los Juegos Reunidos Geyper; pero, sin duda, lo que más me
atrajo fue el título alternativo “la vida debe ofrecer algo más”. Una
contraposición entre un juego, un entretenimiento, y una sentencia tan
desoladora, acompañado de una imagen un tanto equívoca, en la que no sabía
distinguir si el protagonista iba de viaje por placer o la maleta era un
símbolo de su vida. Abrí el libro y encontré la primera ilustración: al igual
que la imagen de la cubierta, el autor se ha decidido por no aplicar color y utilizar una técnica que asemeja a un
grabado antiguo. En ella aparece el mismo personaje de la cubierta, pero en
esta ocasión es una presentación. Nos mira fijamente, acodado en una mesa en la
que tiene un comedero con su nombre, “Jennie”. Precisamente, Jennie es a quien
va dedicado este libro, escrito e ilustrado por Maurice Sendak en 1967, cuyo
título original es Higghlety Pigglety
Pop! Or There Must be More to Life.
A partir de aquí, la curiosidad te hace
avanzar siguiendo la historia que el narrador nos cuenta sobre Jennie. La
factura del relato no deja de recordarnos el clásico viaje del héroe: sale de
su casa, se enfrenta a una serie de problemas y consigue una solución
satisfactoria que le hace crecer personalmente. El aliciente de este relato es
que Sendak lo va aderezando de situaciones surrealistas que nos descolocan para
luego proporcionar un cierre perfecto a la historia. Durante este trayecto, las
ilustraciones van acompañando, con un estilo nostálgico y romántico, las
peripecias de esta perrita tragona en su búsqueda vital. Al final, todo es un
escenario donde representar nuestra función,
sin más sentido que un juego de palabras.
Al terminar su lectura, busqué Higghlety Pigglety Pop! en Internet y
comprendí. Ahora, le canto esta canción a mi perrito tragón y él me escucha,
ladeando la cabeza. He escondido todas las maletas. Espero que tarde mucho
tiempo en encontrarlas.
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